Nací en Los Antiguos, en mi infancia todas las vacaciones las pasé en el campo que vivían mis abuelos, ahí estaba todo el tiempo en contacto con los animales y en especial me gustaba andar a caballo. Siempre sentí una cercanía especial con ellos, sentir la adrenalina de estar arriba de un animal grande y que pudiera manejarlo, me hacía sentir muy bien. Fue ahí donde descubrí mi pasión por los caballos.
Cuando me fui a estudiar trabajé en un haras cuidando caballos, y también hice cursos de doma racional, eso me acerco a conectarme aún más con estos animales tan nobles. La propuesta de Pablo para trabajar en las cabalgatas del Buen Samaritano cerró un circulo de lo que era mi sueño de trabajar con caballos en la naturaleza, mostrando a las personas que nos visitan todo nuestro paisaje integrado con la sensación de libertad de vivirlo conectado con un caballo.
Compartir esta experiencia con personas de distinta edades y lugares del mundo, me permitió trabajar en una actividad que disfruto, al mostrar a los demás mi lugar en la Patagonia. Pasear por el lago y que el viento que siempre nos acompaña, te dé en la cara, te llena de una energía que resulta muy difícil de explicar, solo se entiende cuando se vive la experiencia. Cabalgar en la meseta tan agreste, rustica, pero a la vez llena de vida, con el aroma de la paramela en el verano, los guanacos o el canto de alguna calandria te llena de vida y te hace sentir lo pequeño que somos ante tanta inmensidad.
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