Chacra “El Buen Samaritano”
Los Antiguos, Santa Cruz.
Nuestra historia: entre pioneros, caballos y cerezas.
Mi papá, Tomás Myburg, nació en una familia profundamente arraigada a estas tierras. Sus abuelos maternos llegaron al noroeste de Santa Cruz a principios del siglo XX desde Río Negro, arreando ovejas y viajando en carretas tiradas por bueyes. En 1909 se establecieron en lo que hoy es Chile Chico, cuando todavía no existían fronteras definidas y el intercambio con Los Antiguos era cotidiano. En esas tierras remotas y casi despobladas nació mi abuela.
Por parte de su padre, los orígenes vienen desde más lejos: sus abuelos eran colonos bóers —afrikáneres que huyeron de la guerra y la opresión británica en Sudáfrica— y llegaron a Chubut en 1902. Se instalaron en la estepa cercana a Comodoro Rivadavia y se dedicaron a la ganadería ovina.
Mis abuelos se conocieron en Comodoro. En una visita a la familia ya instalada en Los Antiguos, decidieron que este valle sería su lugar en el mundo. Así fue como, en la década del 60, compraron esta chacra de cinco hectáreas, que bautizaron El Buen Samaritano

Desde siempre, el caballo fue parte de la vida familiar. Como suele decir mi viejo: “La Patagonia se hizo a caballo”. Las historias que nos contaban nuestros abuelos tenían siempre un caballo en escena, recorriendo distancias imposibles, arreando, cuidando, explorando. Por eso las cabalgatas no son una moda ni un emprendimiento más para nosotros. Son un legado, y una forma de compartir lo que amamos.

El camping
En 2013 comenzamos a ofrecer cabalgatas desde la chacra, y en 2018 decidimos abrir también el camping. Lo hicimos con nuestras manos y con el espíritu de hospitalidad que heredamos.
Hoy recibimos a viajeros de todo el mundo en un espacio sencillo y cálido, rodeado de naturaleza y memoria. Nuestro camping tiene:
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Verde pasto y arboledas generosas para descansar del sol.
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Sauces plantados por mi papá, que ahora dan sombra a las carpas.
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Baños siempre limpios y duchas con agua caliente.
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Un quincho/refugio acogedor, ideal para cocinar, compartir una comida, o simplemente resguardarse del viento o la lluvia.
Nos encanta recibir a quienes llegan con curiosidad. Contarles la historia del pueblo, el volcán Hudson, los comienzos de la cereza, las historias del Lago Buenos Aires… y ayudarlos a descubrir este rincón de la Patagonia que tanto amamos.